La mayor parte de las drogas usadas en la práctica médica han tenido su origen en las plantas y/o microorganismos. Ha sido la medicina tradicional, que detectando sus cualidades curativas ha ido traspasando la información de generación en generación. Por lo general, se trata de compuestos químicos de estructuras demasiado complejas, que con muy baja probabilidad podrían haber sido descubiertas desde el laboratorio. Por el contrario, ha sido este el que ha aprovechado la química de la naturaleza, que habiendo evolucionando a lo largo de millones de años, ha ido creando complejas estructuras químicas en un esfuerzo constante de llegar a hacer posible y sustentable la vida biótica. Allí el hombre pudo ir conociendo a través de su acción los más diversos fármacos que las plantas contenían y que hoy utiliza la medicina: anestésicos, narcóticos, vasodilatadores, dilatadores, estimuladores respiratorios, relajadores musculares, agentes colinérgicos, antibióticos y muchos otros. El procedimiento está lejos de haberse agotado. Se estima que existen en la naturaleza aproximadamente unas 250 mil especies de plantas con flores y hasta ahora sólo se han examinado no más de 5 mil. Hoy como ayer, ellas continúan asombrando con sus complejas estructuras químicas y en ellas el hombre busca posibles acciones terapéuticas.

La marihuana (Cannabis sativa) no es una excepción. Sus efectos psicotrópicos se conocen desde siglos antes de Cristo y en sus células se han identificado 483 componentes, entre los cuales 66 son catalogados como cannabinoides. En los últimos años diversas investigaciones han demostrado la influencia de los endocanabinoides y sus receptores celulares específicos en una variedad de procesos fisiológicos y patológicos. Es por ello que la industria farmacológica se ha demostrado tan interesada en desarrollar fármacos capaces de potenciar o anular sus acciones. Ya se conoce una enorme variedad de acciones y sus influencias en diferentes procesos fisiológicos, como el aprendizaje, la memoria, la regulación del apetito y en el metabolismo. A ello se agregan los efectos descritos en las emociones, como el miedo y la ansiedad, la inflamación, el crecimiento óseo e incluso el desarrollo de ciertos cánceres, entre otras acciones.